Cuando ves que todo tiene un final, cuando sabes que no se puede continuar,
pero te aferras a continuar pensando que tiene un camino, pero el camino ya
estás marcado. Como cuando intentas subir por una montaña para llegar a un
castillo y te encuentras con un camino muy difícil, con barro, con piedras por
medio, y no te atreves a pasar porque sabes que después deberás bajar por el
mismo, y quizás volver es más difícil.
¿La vida es así? Subes y bajas en todas las emociones que se nos van
cruzando. Hileras de sentimientos nos rodean, nos dicen que luchemos por lo que
tenemos, porque es lo que quieres, pero otra hilera, de estos supuestos
sentimientos, nos piden que no, que nos armemos de valor y que hagamos uso de
las tijeras que encontraréis en algún cajón de vuestra casa y que cortéis con
todo. Que probéis como sería vuestra vida sin ese nudo que sentís que os ahoga,
que os hace estar en línea continuamente, en línea con un futuro.
Otra parte de vosotros, puede ser que vuestro yo más profundo, sepa que no
puede estar sin ese futuro, pero, cómo se puede saber. Lo sabéis, no se puede
saber.
¿Cómo uno puede enfadarse con uno mismo por ser como es? Y en cambio otros,
si tú, no son capaces de ver que no todos tenemos las mismas intenciones de un
yo interior.
Lo peor de todo que, después de haber estado un fin de semana, hablando de
bodas, hijos y más hechos de un futuro incierto que ni una misma se creía porque
lo ve muy lejano, me despido diciendo que nunca se puede saber cuando es el
final de una historia o es el principio de otra.
Confía en lo que pienses hoy y mañana desconfía en lo que pensaste ayer.
Reflexiona.